miércoles, 5 de agosto de 2009

Para definir el alcance de nuestra iniciación.

“Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala: si la dejas apagar no se reenciende jamás”

José Ingenieros.
“El Hombre Mediocre”



En todos los aspectos de nuestra vida, una vez que nos damos cuenta de que si repetimos las mismas acciones, continuaremos obteniendo los mismos resultados, y hacemos conciencia de que queremos superarnos, tendremos que definir hasta dónde queremos llegar con lo que hacemos. Todos estamos dispuestos a conseguir ciertas cosas en la vida.

Cuando se convierte en un juego de suma cero, es decir, en el momento en el cual tenemos que sacrificar algunas actividades para realizar otras, es cuando nos preguntamos: ¿vale la pena? Y comenzamos a imaginar que tanto tenemos que realizar para lograr alcanzar determinados objetivos.

Nuestra vida cuando la analizamos así, es un tablero de ajedrez en el cual se dibujan docenas de planes; algunos más atractivos que otros, unos prometen ganancia material, otros dominio, subordinación, demostrar brillantez, algunos otros, simplemente llegar a la meta deseada. Saber cuál es el plan verdadero que nos lleva a la victoria es el arte que domina el buen jugador del ajedrez.

De la misma manera, cuando vamos a la logia, tenida tras tenida, debemos de considerar una serie de cuestiones para poder darnos cuenta de hasta dónde queremos llegar con nuestra carrera masónica. Asimismo, considero que deberíamos de orientar a los profanos que desean ingresar a conocer nuestros augustos misterios, para que tengan bien claras respuestas para preguntas como las siguientes:

¿Hemos definido el alcance que tendrá para nuestras vidas ese acto que estamos emprendiendo?

¿Sabemos si los trabajos que realizamos están efectivamente consagrados a la gloria del Gran Arquitecto del Universo?

¿Qué impacto tendrá ello en nuestros trabajos?

¿Estaremos presentes verdaderamente en logia, en trabajos? ¿Somos partícipes de ellos?
En el mundo profano, ¿le brindamos la misma seriedad que nos es requerida por los sublimes juramentos al consagrarnos al trabajo masónico al trabajo profano y viceversa?

Con respuestas a esas y muchas otras preguntas, considero que usaremos efectivamente el albedrío que tenemos, de darle el alcance que querramos a nuestra iniciación y hasta qué punto adquirimos los compromisos. Esto se reflejará en nuestra vida y con los resultados que obtengamos de tales acciones.
En contraparte, para evadir tal análisis, es fácil escudarnos en una ceremonia mal realizada, en que hubo burlas, en que fue penosa, en que al ser descubiertos nuestros ojos, el templo no era tan fastuoso como lo esperábamos. Para analizar esto deberíamos de considerar algunos factores como los siguientes:

· En un proceso iniciático debe de asumirse servicio del proceso iniciático hacia alguna causa congruente con nuestros principios, en el entendido de que si ingresamos, hemos propiciado el proceso de iniciación por la manifestación de nuestra voluntad.

· Debe de haber claridad de los recursos que tenemos a nuestra disposición para poder emplearlos para alcanzar efectivamente los objetivos que se plantearon al iniciarnos.

· Deberemos de tomar en cuenta que inmediatamente los alcances se verán ensombrecidos por la falta de recursos, por la mera procrastinación, por la poca voluntad, por una mala salud física y mental, por influencias externas, etc.

Esto no está fuera del alcance de las personas promedio. Hace días platicaba con el hombre más opulento de Michoacán, y él mencionaba una lectura que realizó, la cual me di a la tarea de verificar: un investigador denominado John R. Hayes descubrió analizando las biografías de escritores famosos -aunque después hizo extensivo su estudio a otras áreas del conocimiento- que nadie alcanza un éxito contundente en algún área de interés sin haber dedicado al menos diez años de trabajo intenso para tal efecto, incluso tratándose de individuos particularmente dotados para alguna determinada labor.
Por ejemplo a Mozart, a pesar de ser un niño prodigio, lo cual manifestó desde los 4 años, le tomó 13 años lograr conseguir realizar obras de trascendencia mundial.

Incluso determinó que los individuos particularmente creativos tienen un coeficiente intelectual que oscila entre 120 y 177. Si bien son cifras elevadas, son alcanzables por cualquier ser humano que se dedique a cultivar su inteligencia con esmero y constancia.

Otra de las conclusiones que obtuvo Hayes es que los individuos creativos tienen verdadera devoción por su trabajo. Asimismo, muestran independencia de pensamiento y de acción, particularmente expresada en la manera en que fijan sus agendas. Se sienten solamente satisfechos solamente con soluciones originales y que satisfagan sus propios niveles de excelencia, Asimismo, su flexibilidad está relacionada con el rendimiento creativo que manifiestan.

Considero que todas ellas, son cualidades perfectamente congruentes y cultivables con el plan de trabajo que nos brinda el primer grado de la masonería del R:.E:.A:. y A:. Por supuesto, previamente tenemos que lograr ponernos a cubierto completamente para poder definir claramente qué es lo que queremos hacer de nuestra vida masónica, conformando con ello de manera más consolidada nuestra propia identidad.

El resultado, lograr ser congruentes de pensamiento, palabra, sentimientos y acción. Pasando de solamente hablar, imaginar, sentir o actuar a ser lo que hacemos, catalizando con ello nuestro sendero evolutivo y teniendo efectivamente, nuevas competencias para enfrentar los retos de la vida diaria.

Vosotros tenéis la última palabra…

Or:. de Morelia, Michoacán de Ocampo, a 05 de agosto de 2009, E:.V:.

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