jueves, 21 de mayo de 2009

El Fanatismo.

Fanático es alguien que no puede cambiar de opinión y no quiere cambiar de tema.

Churchill

 ¿Qué es el fanatismo II:.HH:.? Muchos de nosotros podemos serlo en determinados ámbitos de nuestras vidas y simplemente lo desconocemos. Concatenando con el trabajo previo que he presentado sobre las pasiones humanas, diré que es una pasión exacerbada e irracional hacia algo o alguien, sin que el fanático o grupo de fanáticos toleren su cuestionamiento o estudio del mismo.

Tal término proviene de  fanum que significa templo. Entonces fanático quería decir “perteneciente al templo” y hubo un tiempo en que llegó a significar incluso protector del templo, aunque por razones que nos debe ser muy sencillo imaginarnos, con el paso del tiempo adquirió la acepción de intemperancia desmedida en la defensa de la religión. Así pues, la noción de fanatismo se relaciona con la religión en un principio, ocupando en la actualidad el  término un campo semántico mayor.

Aunque se sostiene -masónicamente incluso- que el fanatismo es considerado un principio lógico de la ignorancia, puede referirse a cualquier creencia afín con una persona, institución o religión. En casos en que el fanatismo supere la racionalidad, puede llegar a grados peligrosos, como el asesinar o encarcelar a los “enemigos”, partiendo del deseo incondicional de imponer una creencia razonable, para el fanático o para un grupo de los mismos.

En la actualidad, define Cortina a un fanático como "una persona que inmuniza sus convicciones ante la crítica racional". Esto nos abre la puerta a muchos debates públicos y monólogos con nosotros mismos. Existen varios tipos de fanatismos, que surgen debido a una excesiva afinidad no discernida con alguna persona, religión, ideología, pasatiempo, etcétera. De acuerdo a la esencia de cada uno de nosotros es que se manifiesta en extremos que van desde la sana camaradería hasta las más terribles consecuencias. La historia de la humanidad está llena de ejemplos en el terreno religioso, con la defensa de dogmas, libros sagrados, dioses, a la par que con el patrioterismo que es una forma abyecta de amor a la nación que nos han heredado nuestros ancestros. El fanático cree poseer la verdad de manera tajante. Afirma tener todas las respuestas y, en consecuencia, no necesita seguir buscando a través del debate y la crítica constructiva.

Está de más señalar que dentro de la masonería, los mortales que hemos ocupado alguna plaza en ella, hemos sido víctimas de nuestras propias pasiones, y hemos emulado a Caín al descargar la ira de nuestra sinrazón con algunos hermanos que no comparten nuestra postura, visión del mundo, religión, etcétera. Hemos juzgado seriamente a nuestros hermanos que poseen sangre roja por el hecho de nosotros poseer sangre azul. Es cierto, hemos de defender la Ley Penal y apegarnos a nuestros usos y costumbres. Pero en tal medida que constitucionalmente implica un desconocimiento a los espurios –esa palabrita suena fanática-, quienes si bien, apegándonos a las Leyes del  R:.E:.A:. y A:. no son reconocibles como tales quienes estén en otros ritos debido a que son sujetos de Ley Penal, al menos deberían de ser tratados como profanos, como el resto de la humanidad, de la cual juramos ser sus fieles defensores y prodigarles nuestros buenos oficios, evitando caer en excesos que denigran nuestra posición como ciudadanos del mundo y masones a carta cabal. En términos de fútbol americano diríamos que está prohibida la rudeza innecesaria. No mostremos vetas fanáticas que hagan palidecer nuestras acciones masónicas más nobles y desinteresadas.

La palabra fan merece un análisis en particular, ya que es apócope de fanatic en inglés. Dada su popularización, es cotidiano y natural pertenecer a un grupo de fans de determinado artista o equipo, posibilitando conductas absurdas y estrafalarias que nos llevan a adquirir identidad entre ellos y abren las puertas de nuestras pasiones, apologizando pleitos en el estadio, la ingesta del alcohol, tabaco “para los nervios”, pleitos con la otra cara de Jano: los fanáticos de las huestes opositoras. En la actualidad nos podemos catalogar jactanciosamente entre nuestros amigos como fans de un equipo de futbol, de un grupo musical, de un estilo de vida, sin darnos cuenta de las profundas implicaciones que tal anglicismo nos coloca. Recordemos que el nombre es arquetipo de la cosa y en las letras de fan está el fanatismo, así que deberiamos desterrar este tipo de etiquetas autoadheribles de nuestro imaginario, como masones, antes de caer  en la autoindulgencia.

Desde un punto de vista psicológico, lo propio del fanatismo es el ansia de seguridad total de quienes, en el fondo, se sienten existencialmente inseguros, el fanatismo es una compensación de un sentimiento de inferioridad que niega la razón al otro. Nuestra individualidad es la causa de que nos sintamos solitarios, así como la fuente de enfermedades. Por ende intentar ser feliz puede implicar la exigencia de abolir ambas facetas. La propia identidad se suprime mediante la atenuación de la autopercepción y mediante el incremento de la necesidad de alienación.  Para lo primero sirve el alcohol y otras drogas, el éxtasis sexual, etc.  La inconsciencia se incrementea mediante la reducción de las vivencias corporales y la desvalorización de nuestro entorno donde vivimos. Para ambas cuestiones, está el fanatismo disponible.

¿Existe fanatismo entre los masones? La creencia en un ser supremo que nos imponen los Landmarks posibilita tal situación: el Gran Arquitecto del Universo es un símbolo de índole Teísta, mas no Deísta, lo cual en muchas ocasiones puede llevar a confusiones severas entre algunos de nosotros. Asimismo, la ejecución del ritual, el desconocimiento de nuestros estatutos y constituciones o el seguimiento no discernido de algunas normas, que han sufrido una exégesis errónea, puede llevar a ello. La masonería como institución persigue al fanatismo, pero no todos los masones podemos jactarnos de no serlo. Diría yo, muy pocos probablemente. Un pragmatismo mal interpretado puede llevar a ser un masón fanático. Bajo esa concepción, ¿Qué es lo verdadero? Lo útil. Si progreso en mi carrera masónica conduciéndome fanáticamente, entonces mi verdad me lleva a dicha postura. Al respecto, Victor Frankl describía al fanático con dos rasgos esenciales: la absorción de la individualidad en la ideología colectiva y el desprecio de la individualidad ajena.

En una sociedad o grupo fanático no hay posibilidad de coexistencia de otros pueblos ni existe la diversidad de índole alguna, siendo categóricamente excluyente. En ellas suele prosperar el racismo, la xenofobia, el machismo y una serie de conductas poco fraternales hacia los pueblos diferentes. Esto lleva a la inadmisión de personas que profesen otros puntos de vista, quedando encerrada en sí misma y estática. Llena de incapacidades para admitir, comprender e interpretar el mundo en su totalidad, plena de diversidad y aprender de los otros. Deja de ser dialéctica y pierde su secularidad, quedando anclada en el tiempo y con formas fijas e inamovibles para comprender la realidad. Es plenamente opuesta al movimiento contínuo que conduce a la verdad y difícilmente se realizan cambios en su interior.  Quedan pocos recodos en su interior para el ingenio humano, con un desarrollo armónico de la vida, y el descubrimiento continuo del mundo y del ser humano.

Tras numerosas masacres, guerras, limpiezas étnicas e injusticias, como la que incluyó la desaparición formal de la Orden del Temple, está la presencia de muchos fanáticos. El fanatismo es el culpable de esos males, que podrían evitarse con la universalización de un amor que aceptara las diferencias. Otra de las consecuencias es el  alejarnos de la verdad, porque para conocer debemos estar abiertos al descubrimiento de las respuestas presentes en los demás, desde una humildad intelectual de corte socrático, y con una actitud dogmática resulta difícil llegar muy lejos intelectualmente.

Existen una serie de características del fanatismo como el dogmatismo, que se puede definir en una fe en una serie de verdades que no se cuestionan ni se razonan y cuya justificación está referida a su propia existencia u origen o está ligada con alguna autoridad o jerarquía existente. Otra de ellas es la carencia del espíritu crítico, en donde no se admite la libre discusión acerca de las verdades propias o grupales ni existe una crítica racional de las mismas. Se privilegia el “no estoy de acuerdo”  y el “no opines” antes que el debate con argumentos e ideas claras. El maniqueísmo, en donde todo es blanco o negro, no existen matices, no hay grises. Las diferencias son consideradas radicalmente, en las que la humanidad se suele encerrar en dos categorías, como buenos o malos, ateos y religiosos, profanos y masones, yorkinos y escoceses, espurios y regulares. El autoritarismo es una característica que afana a imponer la creencia propia  o grupal y forzar a que la conciencia de los demás quede adscrita y sujeta dentro de los linderos de la misma.

Ello va inscrito en un profundo odio a la diferencia, en la que existen sentimientos profundos de desprecio y rechazo de lo que no logra encuadrarse con unos moldes y etiquetas determinadas. Recordemos que todo sistema de creencias, al ser de creación HUMANA, no es perfecto. Es finito y por supuesto que no puede explicar por completo la realidad que nos rodea. Por ello, a los que pretendemos explicar todo bajo una cosmovisión, siempre se nos escapan detalles que pretendemos fraguar bajo nuestro propio criterio, individual o grupal, y cuando salimos al mundo profano, nos resulta imposible comprender que la realidad es más grande e infinita de lo que nuestra conciencia puede aprehender, ya que no somos omniscientes. Es entonces cuando nuestras hermosas doctrinas y rituales del grado, palidecen, al encontrarnos en una colonia del periférico a las 11 de la noche a solas. Imposible hablar de fraternizar con graffiteros o pandilleros para nosotros,  si no hemos recibido más que una iniciación simbólica y en ocasiones por golpe de cetro, comunicación o colación. Necesitamos ser más que unos iniciados simbólicos si queremos comprender la realidad, practicar esta serie de principios y dejar de estar aislados entre cuatro paredes, y poder ser masones seculares que vivamos predicando lo que practicamos entre cuatro paredes, para permitir que se nos deje de tachar como fanáticos  trasnochados y de pulular a la sombra de Juárez en el mundo profano. Tenemos que estar bien conscientes de que ser masón implica llevar a su plena ejecución las máximas que hemos abrevado y olvidarnos de tergiversar la Verdad para poder ejercer nuestras pasiones con nuestros propios hermanos –léase fanatismo-, esa razón explica por qué muchas veces criticamos tan hondamente a algunos QQ:. HH:., pero a la vez los invitamos constantemente a tenidas: para poder ejercer nuestras pasiones y descargarlas sobre ellos, convirtiéndonos en fanáticos de nuestro propia masonería. El ego tiene muchas trampas que debemos eludir constantemente si pretendemos consolidarnos como caballeros puros y santos y más aun, en continuar nuestro sendero hasta convertirnos en guardianes e inspectores del Rito Escocés Antiguo y Aceptado.

Debemos de aceptar que en alguna medida aun somos fanáticos, si se quiere hasta de neustra propia familia, por el hecho de que somos humanos y poseemos esa necesidad de seguridad y de afirmación que, como cada uno de los animales del zodiaco que nos han sido regalados al instante de nuestro nacimiento, debemos colocar en una posición sobre la cual reine nuestra razón, criterio, moral y ética, gobernando nuestra esencia divina, ayudando a evolucionar nuestra consciencia.

Considero que nuestra venganza jurada contra los fanáticos debe ser en el terreno de las ideas, de la manera en que surge la flor de loto, en medio del pantano de rencores tras 800 años de haber borrado a los templarios, es preciso que florezca nuestra rosacruz y nos haga combatir el fanatismo transmutándolo en nuestras acciones, abatiéndolo en planos superiores de conciencia.


Or:. de ___ , A 9 DE DICIEMBRE DE 2007, E.·. V.·.

FRAT:.

 Masón de Pants

¡Es Cuanto!

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